«Fue el lunes, de repente y sin esperarlo, cuando me disponía a salir de casa para hacer la compra de la semana, sufrí otra de mis crisis. El corazón me latía muy deprisa, de forma muy brusca. En seguida comencé a marearme, tenía temblor, sudores y la vista nublada. Me asusté muchísimo porque en ese momento estaba sola y creía estar volviéndome loca´´.
¿Te suena?. Este ejemplo es seguramente una realidad para miles y miles de personas que sufren ataques de pánico (ahora llamados crisis de angustia).
Cuando hablamos de crisis de angustia (ataque de pánico) nos referimos a episodios de aparición súbita y repentina, aprensión, miedo y sensaciones de muerte inminente. Estos episodios causan un gran sufrimiento a quien los experimente y suelen alcanzar su punto álgido en 10 minutos o menos.
Según el manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-IV) son 13 los posibles síntomas que pueden constituir una crisis de angustia, de los cuales deben estar presentes 4 para poder hablar de dicha crisis:
-Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca.
-Sudoración.
-Temblores o sacudidas.
-Sensación de ahogo o falta de aliento.
-Sensación de atragantarse.
-Opresión o malestar torácico.
-Náuseas o molestias abdominales.
-Inestabilidad, mareo, desmayo.
-Desrealización o despersonalización.
-Miedo a perder el control o volverse loco.
-Miedo a morir.
-Parestesias (entumecimiento u hormigueo).
-Escalofríos o sofocaciones.
Seguramente conozcas estos síntomas, y seguramente también te hayas preguntado por qué empiezan y cómo se desencadenan. Pues bien, según Klein y Klein (1989), existen tres tipos de crisis de angustia:
1) Inesperadas o no relacionadas con estímulos situacionales. La persona que las sufre habla de ellas como «caídas del cielo´´, iniciadas sin un motivo aparente. Pero realmente el desencadenante son las sensaciones internas (o interoceptivas) negativas que experimenta quien las sufre. Estas sensaciones son la voz de alarma para el inicio de la crisis, un proceso erróneo de asociación, un mal aprendizaje.
2) Situacionales. Desencadenadas por estímulos ambientales, este tipo de crisis se inicia como consecuencia de la exposición o anticipación de un estímulo desencadenante. Este estímulo ya es conocido por la persona, que lo procesa como aversivo o amenazante.
3) Situacionalmente predispuesta, más o menos relacionada con una situación específica. Al decir «más o menos´´ nos referimos a que no siempre ocurren o se inician ante el mismo estímulo o situación.
Por último me gustaría hacer una puntualización. No debemos confundir el término crisis con trastorno. Para poder hablar de trastorno es necesario que las crisis sean abundantes, repetitivas e inesperadas, que nos impidan llevar a cabo un desarrollo óptimo de nuestra vida social y laboral.
Amigos de Vive Sin Ansiedad, un verdadero placer escribir para ustedes. Espero ir resolviendo sus dudas a lo largo de esta andadura y ayudarles a que conozcan un poco mejor qué les pasa.
Pueden realizarme cualquier consulta, yo les responderé en mis publicaciones y videos.
Educamos para una salud óptima, promovemos hábitos de vida saludables.
Un saludo!
Cristóbal Hurtado, psicólogo colaborador en Vive Sin Ansiedad.